Aunque preferiría llamarla “San Carlos” en remembranza del
antiguo Convictorio, tal como corrige sobre éste punto el Dr. Ramón Chong-Siu, uno
de los responsables de su restauración; caminaba hacia la mal llamada “Casona”
de San Marcos por la avenida Abancay, cuando algo captó mi atención. Bajo las vitrinas
que exponen los tugurios comerciales que ahí anidan, vi varias medallas y
placas con los escudos de diversas universidades limeñas. Me paré ahí para ver
con detenimiento las que estaban a simple vista. Muchas no eran buenas, de poco
detalle y bastante simplonas. Otras no estaban mal, aunque los diseños de cada
medalla variaba, incluso entre las de la misma universidad o facultad. La
muchacha que atendía, cansada seguro del calor húmedo de la ciudad y de una
avenida que es un avispero de transporte público, me preguntó si me gustaba alguna.
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Dr. Sebastián Lorente con su medalla doctoral de letras. Museo de Arte UNMSM. Foto Marco Chirinos |
-Sólo miro –respondí para decepción de ella.
Quizá en otra oportunidad, aunque de todo corazón espero que
no, pensé antes de seguir mi camino.
Lejana queda la época cuando se acostumbraba otorgar al graduando
una medalla que le incorporaba en la academia sanmarquina. Hoy se producen
masivamente y se entregan en todo tipo
de ceremonias de graduación, al pedido del cliente y personalizadas para la
ocasión. La imaginación es el límite. Hasta hay casos en los que no es
necesario haber terminado la universidad. Basta tener una graduación de amigos
o conocidos pendiente y una autoridad académica generosa, pues aún debiendo
cursos el estudiante se “gradúa”. Ni es necesario ser bachiller.
Con esta imagen me vino a la cabeza algo que escuché con
anterioridad: si una medalla se entrega sin respeto riguroso a su fin, entonces
pierde su valor la distinción, haciendo de ésta una lata cualquiera.
La antigua medalla sanmarquina era elíptica. Grabada sobre sí
a manera de un camafeo estaba Minerva, la diosa de la sabiduría. Atrás
circundando la medalla se leía: “Universidad Mayor de San Marcos – Lima” así
como el nombre de la facultad. Esta imagen es parte de la alegoría greco-romana
que ha sido inspiración para la simbología académica desde mucho, pero con
marcada trascendencia desde el renacimiento, legado que hoy tenemos de las
universidades clásicas. Si en la España del siglo XIX las medallas académicas
revestían con Apolo su reverso, en San Marcos era Minerva quien iba al frente
mostrando su perfil perfecto. Los religiosos llevarían “la imagen simbólica de
la religión”, seguro para diferenciarse debido al rigor de su fe.
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Medalla doctoral de jurisprudencia de fines del siglo XIX o principios del XX. Colección Talavera. |
En el Reglamento General de Instrucción Pública del año 1884
se indica que las medallas debían de ser de plata para bachilleres y de 3 x 2
cm. Para los licenciados serían hechas en el mismo metal con una dimensión de 4
x 3 cm. A los doctores les era reservado el oro, sinónimo del triunfo según
tradición académica, y debían medir 4 x 3 cm. La cinta para colgar la medalla
alrededor del cuello debía de ser del color de la facultad del graduado.
Desde el siglo XVI las facultades de leyes, cánones, artes,
medicina y teología les caracterizo el rojo, verde, azul, amarillo y blanco
respectivamente. Pero ésta rica simbología, heredada de una tradición
renacentista según creo, fue cambiada hacia la segunda mitad del siglo XIX. El
investigador Daniel Valcárcel enseña que luego de tres siglos los colores de
las facultades clásicas habían sido cambiados, acusando arbitrariedad pues “sin aducir razón alguna, se dio espaldas a
una bien entendida tradición histórica”.
Apunta el Dr. Valcárcel que el proyecto del Reglamento General
de Instrucción Pública de 1875 había sido presentado por José A. Roca, P.
Pradier Foderé, Manuel Atanasio Fuentes, J.J. Granda, Casimiro Ulloa y Pedro
Paz Soldán y Unánue. Éste fue aprobado el 18 de marzo de 1876 por el Presidente
Manuel Pardo y su Ministro Manuel Odriazola, estableciendo que el color para la
jurisprudencia sería el verde y para las ciencias políticas el rojo. La
teología conservó el blanco, a letras le fue asignado el rosado, a ciencias el
azul claro y para medicina el violado. Este orden se mantiene en el Reglamento
General de la Universidad de 1929, según el Dr. Valcárcel, con salvedad del cambio
de color al morado para la Facultad de Medicina; color que personalmente creo
ésta ha heredado al actual Colegio de Médicos del Perú.
El Estado Peruano regulaba todos esos protocolos y la Casa
de la Moneda acuñó las medallas por un tiempo. Si los títulos profesionales y
grados académicos se dan a su nombre ¿Cómo hay menor consideración por la
insignia que lo representa actualmente? La desaparición de las tradiciones y de
la identidad cultural no es algo nuevo en nuestras sociedades. Tampoco es novedad
la activa resistencia a este proceso por activistas y promotores culturales. Somos
un país que busca ávidamente sus identidades. Somos un país de cara al siglo
XXI que hoy está en permanente reconciliación con su pasado y en continua
reivindicación de lo que son sus herencias.
Es cierto que el Estado no puede pretender un monopolio
sobre la producción y venta de estas medallas. Sería poco conveniente por no
decir anacrónico a las libertades del mercado actuales. Pero creo que sí
deberían revalorarse los protocolos que normaban el diseño de esta insignia por
parte del Estado. Después de todo, tras años de estudio para quienes la
ganamos, esa medallita no es una simple lata.
Cerca a la esquina con Nicolás de Piérola crucé hacia el
antiguo Convictorio, mal llamado Casona, y los nuevos Halicarnasos del Parque
Universitario aún aguantaban el sol veranero esperando a los estudiantes.
por Juan Carlos Talavera Velezmoro
Quisiera saber si así como hay una medalla doctoral también existe una medalla para el grado académico de magister de la UNMSM.
ResponderEliminarGracias por su respuesta.