Al entrar al Museo Palacio Arzobispal de Lima me di de
cara con la hermosa colección colonial que ahí se muestra. No negaré la
majestad arquitectónica del edificio pero ésta no era de mi interés en ese
momento. Al ser un apasionado de la historia universitaria los ojos se me iban
por los detalles que aportaran algún dato a mi investigación. Después de todo
jamás se sabe dónde podría encontrarse pistas. Buscaba personajes, ropas,
insignias, firmas, nombres, alegorías y todo tipo de detalles que puedan
ilustrarme un poco más. Feliz fue la sorpresa de ver un cuadro inmenso llamado
“Asunción y Coronación de la Virgen”. Me fijé en el rótulo descriptivo colocado
por el Museo y leí lo siguiente:
“El año de 1765, fecha en que están firmados los retratos de los condes de Monteblanco, una noticia de la Gaceta de Lima nos informa de la reparación por estas fechas de la fábrica del antiguo noviciado de los jesuitas, llamado de San Antonio Abad, después del terremoto de 1746. Al referirse a la decoración de su templo nos dice: "La Sacristía, aunque es de igual Clase con la Iglesia, y tiene los mejores adornos de lucida Caxonería, dos preciosas, Urnas, y Ornamentos de las mejores Telas; pero se halla más enriquecida de un Lienzo, que ocupa la Pared principal, cuya latitud es de 6 varas y media, y de longitud sube hasta el Azafate de dicha Pieza. En él se figura la sagrada Imagen de María, coronada de la Santísima Trinidad; y por la parte inferior el Patriarca San Joseph, San Antonio Abad y todos los Santos de la ilustre Compañía de Jesús, crecido número de Angeles, en airoso movimiento; cuyas Imágenes, juntas con las primeras, llegan hasta 70: obra, por su distinción, única en el Perú: parto al fin del inimitable Ingenio de Don Christoval Lozano" Años después con la expulsión de los jesuitas, en 1769, se cerró el noviciado de San Antonio Abad, ubicado en el local de la actual Casona de la Universidad de San Marcos, y se creó el Real Convictorio de San Carlos al fundirse en uno solo los colegios mayores de San Martín y Real de San Felipe. Posiblemente por estas fechas en que se redistribuyeron los bienes de los jesuitas es que el referido lienzo pasó a formar parte del templo de San Marcelo. Sin lugar a dudas podemos afirmar que el lienzo de la Asunción y Coronación de la Virgen es el más importante del pincel de Lozano, aparte de ser el de mayor formato entre todos los conocidos de su producción.”
(El rótulo cita el artículo “CristóbalLozano, paradigma de la pintura limeña del siglo XVIII”, por Ricardo Estabridis
Cárdenas.)
Maravillado salí del Palacio Arzobispal y decidí darme una
vuelta por el antiguo Convictorio de San Carlos, hoy Centro Cultural de laUNMSM. Al entrar me saludé gentilmente
con el personal de seguridad. Dejé mi identificación aunque la mujer que me
atendió me reconocía por verme ahí tantas veces. Igual cumplí con el protocolo.
Subí al departamento de turismo para ubicar a quien que me
diera información para contactarme con un querido amigo historiador, pero
habían salido a almorzar. No había nadie. Comencé a husmear entre los claustros
buscando a alguien que me ayude. Atravesé un corredor y di con un amplio patio
en muy mal estado, con desmonte de construcción y algunas carpetas amontonadas
a un costado. Las paredes estaban pintadas con murales de muy mala calidad y
colorinches que no eran parte del legendario Convictorio, o de cualquier pared
si fuera el caso.
Como supuse que yo no debía estar ahí, antes de agotar mi
bienvenida, decidí salir. Al volver sobre mis pasos vi recostado en una pared
un gigantesco marco de madera. ¿Sería este el mismísimo marco que en el siglo
XVIII custodiara el lienzo de Cristóbal Lozano? Debido a sus dimensiones y
según lo que acababa de leer en el rótulo comencé a atar cabos pero no había
nada seguro. ¿Cómo algo tan antiguo y grande podía estar tirado entre el
desmonte, mientras la pintura que resguardó se lucía en su esplendor, ahora en
el siglo XXI, en un palacio?
Hoy volví a encontrar la foto entre mis archivos. La foto
estaba extraviada en el laberinto virtual de mi computadora. Lo vi como hace
más de un año lo vi en aquel patio de escombros y recordé.
Tomé el teléfono y llamé al Director del Museo de Arte
Religioso de la Catedral, quien con gran gentileza escuchó mis palabras. Primero
debían confirmar si aquél era el marco del lienzo. A partir de ahí se vería qué
hacer. Aún si el marco no correspondiese al lienzo éste sirvió para resgaurdar
uno alguna vez. Supongo que el viejo coloso de madera, orgulloso guardián de
algo precioso, de tener conciencia pensaría: misión cumplida. Protegió la joya.
Tal vez ahora se vuelvan a unir después de tantísimos años.